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Ya queríamos llegar
a nuestro destino final cuando el cansancio del baño, la comida y el calor nos
pasaban factura en forma de un sueño sestero al que dimos rienda suelta nada
mas llegar a Zapotebamba, donde se encuentra la
zona recreativa habilitada (con mucha falta de mantenimiento y cuidados) al
lado de uno de los innumerables riachuelos que gobiernan la zona (Ecuador es
proporcionalmente el país que contiene mas ríos en el mundo) y que alimentan
una de las mayores atracciones; “los chorros del almendral”. Dos fuentes de agua
corren ininterrumpidamente durante todo el año en la misma orilla de la
carretera donde niños y mayores disfrutan de un manantial abundante que hace
las delicias de cualquiera.
Agotados de la
actividad de una mañana de descanso al fin, tomamos rumbo de vuelta admirando
la vista en el horizonte del risco donde se asienta nuestra ciudad cubierta de
nubes y nos preparamos para en sólo 30 minutos volver a los 16º y seguramente
la lluvia.
Amaneció “garubando”
(chispeando), con una niebla intensa y una temperatura de 16º que hacían
obligatorio una manga larga que te protegiese de la sensación térmica, pero ya
estábamos esperando a los compañeros para irnos de paseo hacia la zona del Valle de Casanga, donde en apenas 20 minutos de carretera el
desnivel supera los 800 metros y el cambio drástico de clima te hace creer que
estas en otro sitio bien lejano a Catacocha.
Vía a Macará,
frontera con Perú, transcurren unos pocos kilómetros cuando al llegar a San
Antonio ya se nota el cambio del clima y empieza un calor que se torna
asfixiante al cruzar el puente de Playas, donde se
asoma el desvío hacia Yamana y Lauro Guerrero.
Con la manga corta
desde hace unos minutos el bloqueador factor 50 se hace indispensable al bajar
de la camioneta e ir a tomar un tentempié en forma de frutas en los puestos de
la curva para hidratarse y continuar nuestro paseo.
En Naranjo nos espera nuestra primera parada de asueto, un baño en las piscinas
de la Hostería Paraíso de los Paltas con una cervecita bien fría para rebajar
el sofoco y dar rienda suelta a nuestra locura acuática apropiándonos de una
forma feudal de los dominios de las instalaciones. Los 35º de temperatura
pasaban factura y para nada había ganas de salir del agua de no ser por que se
acercaba la hora del almuerzo y ya teníamos reservada la mesa en uno de los
restaurantes de la zona de Sabanilla, apenas unos
kilómetros mas adelante, para degustar sabrosos mariscos traídos desde Machala.
Un excelente ceviche
de camarón me sirvió de reconstituyente mientras mis compañeros de paseo
probaban toda clase de variedad marisquera en un ejercicio de restauración de
fuerzas gastadas en el enloquecimiento general de estar todos juntos en las
albercas remojándonos.
Valle de Casanga. Paltas |
Vaya! Me encanta cómo escribe! Más aún me gusta su admiración por nuestro querido Paltas! Gracias de todo corazón, lo seguiré leyendo.
ResponderEliminarMuchas gracias, realmente mi admiración por Paltas se remonta a antes de vivir aquí, pero ahora que vivo se ha pronunciado mas.
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