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Suspiros del emigrante




Hay épocas difíciles en la vida de cada uno y ninguna es igual a la otra, pero explicar cómo se siente una persona separada de su familia posiblemente es la más frustrante de la que se puede hablar.
Me pongo en la situación de todos esos emigrantes que tuvieron que salir del Ecuador en busca de una mejor vida para sus familias que quedaron aquí, por empatía imaginaba que tiene que ser muy duro, creedme si os digo que lo estoy experimentando yo y sí, es durísimo.

Nunca he buscado la compasión ni lo pretendo, pero siempre hay días buenos y malos. Sé lo que puede ser tener un familiar cercano enfermo y sentir esa impotencia de no poder ni siquiera acompañarlo, o que fallezca algún familiar y no poder darle su último adiós, sentir que las cosas no van bien y no tener ese apoyo de tu entorno más cercano es realmente desolador.


Ya son casi cuatro años acá y puedo decir que he pasado por esas experiencias en mi estancia ininterrumpida en Ecuador. No se puede explicar si no se ha experimentado, por mucho que quiera plasmarlo en este post y a pesar de ser una persona de un carácter eternamente jovial y desenfadado.
Puedo entender la emoción de las personas que vuelven, aunque solo sea temporalmente de vacaciones, para visitar a la familia, amigos, etc. Ese sentimiento tiene que ser internamente maravilloso y con la mano en el corazón os puedo decir que quiero experimentarlo ya.

Ecuador me da todo lo que necesito, absolutamente, cada día que pasa me siento más feliz de vivir en un lugar privilegiado, aunque las deficiencias en muchos aspectos me maten de ansiedad, pero benditas deficiencias. Todo lo compensa este inmenso paraíso en el que he tenido la suerte de vivir, pero las raíces tiran y mucho.

Quizás sea un pequeño bajón de moral, nostalgia o necesidad de abrazar a mis seres queridos, por eso entiendo y me pongo en el lugar de esos que tuvieron que salir, benditos seáis todos, vuestra tierra os espera con los brazos abiertos.

2 comentarios:

  1. Ánimo, Miguel. Sé de lo que hablas, yo también viví fuera unos cuantos años y la experiencia es durísima. Aprendes mucho, maduras ... pero la nostalgia a veces es insoportable. Saludos

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