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Protocolo en los entierros de la sierra, con su Novena y Lavatorio o Píchica



Hace bien poco pasó justo por delante de nuestra puerta de la casa una comitiva con féretro al hombro sudando si tenían que sudar. Venían desde una distancia de unos 3 kms para dar el último adiós a un ser querido y verdaderamente impresionaba la procesión, sobre todo el pensar desde la distancia que venían.
A las 11 de la mañana con un sol de justicia unas 30 personas de riguroso luto acometía el último tramo hasta el campo santo de Catacocha, un último tramo todo cuesta arriba que comprende unos 700 mts.

Por desgracia recientemente he tenido que asistir a dos entierros, uno de ellos muy cercano, y los protocolos de actuación son tan diferentes a lo que estoy acostumbrado que me parecía necesario mostrarlo.
Obviamente en el ambiente tan rural donde me encuentro casi la totalidad de defunciones se velan en la propia casa del fallecido, con alguna salvedad de su celebración en lugares comunes, cosa que sólo pasa cuando el deceso ocurre en el centro urbano. Pero centrémonos en el puramente rural, que son los que realmente guardan la tradición del protocolo ancestral.

El primer impacto que me produjo fue el comer en pleno velatorio con el cuerpo presente, es costumbre que los anfitriones ofrezcan café con pan, aguado de pollo o algún tipo de tentenpié a los acompañantes en agradecimiento por su compañía. Algo que aún hoy no puedo acostumbrarme, es innato en mí salirme fuera de donde está el fallecido a comer. Diferente educación simplemente, al igual que ofrecer "trago fuerte" durante la noche, lo que conlleva tener que soportar a alguien pasado de tragos.

Una vez trasladado en procesión al cementerio y realizado el sepelio, la "Novena" toma el protagonismo los siguientes nueve días, donde la familia y mas allegados rezan por el alma del que partió. Es costumbre que una vez realizados los rezos los anfitriones ofrezcan igualmente la cena o merienda, desde aguado de pollo, menestrón o un simple pan con queso regado con café u horchata, llegando al último día se ofrece un plato mas fuerte como despedida de rezos en agradecimiento. Lo normal que yo he visto suele ser ofrecer un seco de pollo.




Al quinto día del sepelio se sigue realizando en muchos lugares una costumbre precolombina muy arraigada en la sierra, el Lavatorio o Píchica (quinto, en quechua) lo que consiste en lavar toda la ropa del difunto en el río o quebrada mas cercana, lo que se convierte en un acto de purificación festiva acabando con juegos de agua, al mas puro estilo carnaval andino, que concluye con el obligado almuerzo, dándolo por terminado a altas horas de la noche por efecto del aguardiente.

Costumbres que con el pasar del tiempo se convierten en un autentico patrimonio intangible de una zona repleta de tradiciones ancestrales.



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