Los ojos avellana de Walter se iluminan cuando le pido cinco dolares de empanadas, son las 6 de la tarde y desde las 2 está recorriendo todo el barrio repartiendo las deliciosas perlas de queso que la Sra. Gladys, instalada en el corredor de su casa, en la misma orilla de la carretera de la curva de Sta. Marianita, hace todos los fines de semana.
- ¿Cinco dolares don Miguel?, ¿Tantas de una?. El asombro del muchacho en un principio se tornó en admiración al pensar en todo lo que cobraría de una sola tacada.
- Sí Walter, somos muchos hoy y todos queremos empanadas.
-Espere que saque la lista para ver cuantas son.
(El primer día que la Sra. Gladys decidió poner el puesto en la calle para hacer y vender empanadas de queso Walter llegó apurado al supermercado pidiéndonos con su acento cantarín, que me recuerda al gallego, y mezclado con un "ceceo" propio de los andaluces mas cerrados, que le hiciésemos una lista con lo que tenía que cobrar de las empanadas:
-¿Pero como así Walter?. Si cada empanada vale $0.25 no necesitas saber mas... Multiplicas y ya!
-Sí, pero es por si me equivoco en las multiplicaciones, usted sabe que aún no las tengo seguras. Me la hace con el precio de una, de dos, de tres empanadas y cuantas son cuando me piden un dolar o dos, y eso, usted sabe... la gente aquí es muy viva.
Sus once años de inocencia se le olvidan en cuanto necesita algo que genera ingresos para su casa, no hay como la necesidad para que se motive en aprender cosas que el mismo ve que le sirven en la practica.)
- ¡20 papito!, Tengo que darle 20 empanadas.
No oí las últimas palabras cuando ya estaba corriendo gritando a su madre que había un pedido grande. La movilización que consigue al instante es propia de cualquier alto ejecutivo en un estado de ansiedad premeditada.
Al momento se puso en marcha la maquinaria. Masa de harina de trigo hecha previamente, una pizca de "quesillo" en el centro (una variedad de queso casero de la zona que se desmenuza, en este caso de Lauro Guerrero y Cangonamá) y a la sarten, ya bien caliente con aceite vegetal.
No pasaron ni diez minutos cuando Walter llegaba con la sonrisa de par en par con la cesta de mimbre repleta de las mejores empanadas de queso tradicionales que he probado desde que llegué al Ecuador, todas cubiertas de azúcar y ardiendo. Una delicatessen en toda regla, y al lado de mi casa.
- Don Miguel, sus empanadas. Les mandé veintidos, pero las dos de mas son para usted y don Franco, no se las den a nadie. Esas se las regalo por ayudarme a hacer el deber del colegio ahora cuando termine de trabajar, ¿porque me van a ayudar otra vez hoy no?.
¿Quien le dice que no?
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Si Don Miguel, debe..,mejor dicho tiene que ayudar a este muchacho a perfeccionar sus matematicas y si es posible, algo mas
ResponderEliminarabrazos Arturo
¿y que aún haya gente en el mundo que crea en las fronteras? ¿que no piense que ese zagal pueda ser yo mismo, mi hermano, mi sobrino?.. !!malditas fronteras y malditos papeles!!..... Abrazos para todos mis hermanos de al otro lado del mar....
ResponderEliminarNo le digas que no Miguel. No hay nada mejor en el mundo que enseñar a un niño porque es cuando realmente se aprende. Enhorabuena, estáis haciendo una labor estupenda. Un abrazo murcianico.
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