"Doña Antonia ya recogió los granos secados al sol durante una semana, lo peló y lo tostó en "paila" metálica al aire libre, el cual impregno de un olor maravilloso toda la tarde paltense. Por la llegada de la cerrada niebla, el proceso de molido se dejó para el día siguiente, pero al ver nuestra cara de decepción la viejita apartó unos granos para moler.
La tarde terminó y el café ya estaba preparado en la mesa. Un tentempié con el delicioso café, un pan de leche, queso recién hecho y buena conversa. ¿Se puede pedir mas?"
(Mi diario, 23/12/2012)
Beber café ecuatoriano natural es un placer que hay que experimentar al menos una vez en la vida. Pero sin ningún tipo de aditivos ni conservantes, recogido de la "mata", secándolo, tostándolo, moliéndolo y a saborearlo en todo su esplendor.
Nunca he sido amante del café, pero ahora he comprobado que a lo que no soy aficionado es al café industrial de serie y porquerías que nos suelen servir en cualquier cafetería, creedme que soy bastante experto en ese tema.
El café ecuatoriano no es tan famoso como el colombiano solo por una cuestión de puro marketing publicitario, sus autoridades no lo han promocionado tanto como el café que todos tenemos como el mejor del mundo, ni las rosas ecuatorianas, ni los plátanos, ni las playas, ni tantas cosas excepcionales en el que Ecuador debería de ser una referencia mundial. El turismo no es un tema prioritario penosamente, y creo sería una fuente tremenda de ingresos. No hay cultura de promoción turista seria, coherente y potente.
Bueno a lo que íbamos, que siempre me estoy desviando del tema. El café, según los buenos cafeteros, se debe de tomar sin azúcar, o según el lenguaje autóctono sin "emparejar" para así saborear su puro amargor.
Doy fe que el sabor amargo del principio me costó asimilarlo, pero una vez acostumbrado es una autentica delicia saborearlo una y otra vez.
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