Haciendo gimnasia en Guayaquil




Y yo sufría porque desde hace un año y medio que vivo en Ecuador no estaba haciendo nada de ejercicio. Hoy lo hice todo de una. Recuperé el tiempo perdido.

Intentar moverte por Guayaquil mediante el transporte público (buseta) requiere de una forma física envidiable, y la mía no es precisamente envidiable sino mas bien endiablada.

Tomo la línea nº 13 desde la Martha Roldos al Ministerio del Litoral (mi visa de residencia sigue jodiéndome la vida, pero al menos ya está aprobada), veinticinco minutos de trayecto agarrado a la silla de delante como en una montaña rusa, realmente divertido. Llega mi parada. Me mentalizo de que tengo que salir de ese mamotreto de los años sesenta esquivando a mas de treinta personas que me taponan el pasillo, bueno, échale huevos y p´alante!.




Después de mi anterior visita a Guayaquil de hace unos años y mi pequeño accidente al bajarme del primer autobús en marcha tengo que decir que actualmente soy un autentico experto en subir y bajar en marcha, como una gacela salto y la ligera inclinación hacia delante para no comerte a mas personas ya la asumí como un guayaquileño mas.

Terminal terrestre de Guayaquil
Termino la gestión en el Ministerio y directo para la terminal terrestre. Línea 92 y a cruzar medio Guayaquil de nuevo. Mochila bien amarradita, músculos en tensión para aguantar frenazos y curvas frenéticas, y mentalización para no matar a alguien que ose a quitarme mis puntos de apoyo.

¡¡Llegué al terminal!!. Compruebo que voy regado en sudor, pero con unos kilos menos y mas fibroso.

Si me quedo solo un mes en esta ciudad me pongo hecho un mulo. Pero no, a las 13.10 camino hacia mi paraíso.



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American Airlines interesada en volar a Quito desde Dallas, EEUU

El mejor vendedor de empanadas de queso del mundo



Los ojos avellana de Walter se iluminan cuando le pido cinco dolares de empanadas, son las 6 de la tarde y desde las 2 está recorriendo todo el barrio repartiendo las deliciosas perlas de queso que la Sra. Gladys, instalada en el corredor de su casa, en la misma orilla de la carretera de la curva de Sta. Marianita, hace todos los fines de semana.

- ¿Cinco dolares don Miguel?, ¿Tantas de una?. El asombro del muchacho en un principio se tornó en admiración al pensar en todo lo que cobraría de una sola tacada.
- Sí Walter, somos muchos hoy y todos queremos empanadas.
-Espere que saque la lista para ver cuantas son.

(El primer día que la Sra. Gladys decidió poner el puesto en la calle para hacer y vender empanadas de queso Walter llegó apurado al supermercado pidiéndonos con su acento cantarín, que me recuerda al gallego, y mezclado con un "ceceo" propio de los andaluces mas cerrados, que le hiciésemos una lista con lo que tenía que cobrar de las empanadas:
-¿Pero como así Walter?. Si cada empanada vale $0.25 no necesitas saber mas... Multiplicas y ya!
-Sí, pero es por si me equivoco en las multiplicaciones, usted sabe que aún no las tengo seguras. Me la hace con el precio de una, de dos, de tres empanadas y cuantas son cuando me piden un dolar o dos, y eso, usted sabe... la gente aquí es muy viva.
Sus once años de inocencia se le olvidan en cuanto necesita algo que genera ingresos para su casa, no hay como la necesidad para que se motive en aprender cosas que el mismo ve que le sirven en la practica.)

- ¡20 papito!, Tengo que darle 20 empanadas.

No oí las últimas palabras cuando ya estaba corriendo gritando a su madre que había un pedido grande. La movilización que consigue al instante es propia de cualquier alto ejecutivo en un estado de ansiedad premeditada.


Al momento se puso en marcha la maquinaria. Masa de harina de trigo hecha previamente, una pizca de "quesillo" en el centro (una variedad de queso casero de la zona que se desmenuza, en este caso de Lauro Guerrero y Cangonamá) y a la sarten, ya bien caliente con aceite vegetal.
No pasaron ni diez minutos cuando Walter llegaba con la sonrisa de par en par con la cesta de mimbre repleta de las mejores empanadas de queso tradicionales que he probado desde que llegué al Ecuador, todas cubiertas de azúcar y ardiendo. Una delicatessen en toda regla, y al lado de mi casa.

- Don Miguel, sus empanadas. Les mandé veintidos, pero las dos de mas son para usted y don Franco, no se las den a nadie. Esas se las regalo por ayudarme a hacer el deber del colegio ahora cuando termine de trabajar, ¿porque me van a ayudar otra vez hoy no?.

¿Quien le dice que no?


Se empieza por la punta...

Atardecer en Catacocha


Mi idilio con Ecuador dura ya veinte meses y dan para contar mucho. Desde la ampliación del vocabulario hablado que experimenté hasta las deficiencias del cantón mas antiguo del Ecuador (mas que el propio país). Paltas, asentamiento ancestral de una cultura preincaica totalmente olvidada, sobrevive a pesar de sus dirigentes, y es que su mayor patrimonio son sus gentes, sus tradiciones, su música, su historia...

Son muchos los cuentos, leyendas, historias diarias que tengo preparadas en la cabeza para ir plasmando en este blog, el día a día de un pueblo en plenos Ándes, a 1800 metros sobre el nivel del mar donde la protección solar de factor 50 es obligatoria para no destrozarte la piel paseando por sus calles empedradas.

El P´isaqa, las empanadas de queso, Casandro y su sindrome de Diógenes, leyendas del mirador del Shiriculapo, los problemas del abastecimiento de agua en una zona donde en invierno llueve abundantemente, el falso sombrero "Panamá hats", el idioma Quechua, la etnia de los saraguros, los exquisitos kimbolitos, el mercado de los domingos en Catacocha, etc.

Historias que veo diariamente y que intentaré contar a mi manera, con mis palabras y con esta mente de esponja que intento alimentar para que no muera.

Mi cámara de fotos está cargada!!!!. No es una amenaza, ¿o quizás si?


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