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Cuenca. Imágen Andrea González |
En casi todas las fiestas patronales o fiestas aniversarias de cualquier asociación o agrupación las he vivido con estupor, pero con esa adrenalina que produce la mezcla de miedo y diversión.
No se conoce con certeza el origen del festejo, aunque se estima que puede haber sido una aportación traída de otras tierras en la época de la conquista española, aunque se ha mimetizado de tal forma en la cultura ecuatoriana de esos tiempos que se considera algo tan autóctono como cualquier otra tradición festiva, la cual se extiende por todo el país con sus pequeñas variaciones y significados.
Una estructura de fierro decorada en forma de vaca que va recubierta con todo tipo de juegos pirotécnicos y que al son de la música de banda hace las delicias de los asistentes conjugando una extraña emoción de diversión y miedo para que no te alcancen las chispas de un baile que quien maneja (no siempre, hay también fijas), metido debajo de esa estructura, se encarga de animar realizando un esfuerzo físico considerable, a la vez que, según a mi modo de ver, un poco peligroso si no se toma en serio las básicas normas de seguridad.