Suipirá, el encanto de un pueblo despoblado



Suipirá desde la vía a Palomontón
Desde lo alto del mirador del Shiriculapo se observa la extensa cordillera por donde íbamos a ir a caminar el pasado sábado. Colanga, Palomontón, Guainuma... y en la alto de un cerro corona la pequeña iglesia de Suipirá, adentrada en pleno bosque seco de una zona casi deshabitada que conserva los grandes encantos de lo rural de una forma abrumadora.

Para ir en carro hasta la población de Suipirá la dirección es totalmente opuesta, pues se debe de tomar la vía en dirección a Tacoranga, pero nosotros íbamos caminando con la Ruta de los Cerros. Desde Colanga, a apenas 20 minutos de Catacocha, emprendimos la caminata hasta Palomontón y de ahí hasta Guainuma, una zona totalmente dispersa de construcciones de adobe y bareque adentradas en laderas repletas de vegetación propia de la época, y totalmente aisladas.

Después de hora y media de camino por una vía terciaria desviamos hasta el comienzo de las faldas del cerro que corona con la población de Suipirá. Amenazante la visión de la subida por un camino de herradura que aún se sigue utilizando para ir hasta la cabecera cantonal (tres horas se utiliza en el camino según los propios testimonios de los moradores).
Subida bastante dura, no por lo pronunciado de la ascensión sino por la larga distancia sin apenas descansos en la elevación.

Por primera vez en las caminatas vimos venados, o como comúnmente se les conoce en la zona, "chontas". Pequeño ciervo propio del sector, muy huidizo y difícil de fotografiar, al igual que el armadillo, obsesión que me dura demasiado tiempo intentando ver uno al natural y en su habitat. ¡Por ahora imposible!.




Llegar a Suipirá produce una sensación de "pueblo fantasma", casi por completo despoblado y dedicado a labores agrícolas. Café, maíz, guabo... plantaciones que destacan y que han sido el sustento histórico de un verdadero paraíso para los que nos gusta las zonas aisladas y solitarias.
La prueba se hace ver en su escuela de primaria Francisco Teran, en la cual sólo cinco alumnos mantienen su actividad durante el calendario escolar.
Su iglesia, dedicada a la Virgen de la Caridad, luce triste. Una iglesia donde sólo se realizan oficios religiosos durante épocas festivas (octubre) habla a las claras del despoblamiento y poca vida, aunque a algunos de nosotros esa forma de vida nos fascina.

Comenzando la ascensión

En las propias instalaciones escolares los moradores nos prepararon las exquisiteces gastronómicas con las que reanimamos a nuestros doloridos cuerpos. Sancocho de res y seco de gallina criolla pusieron el toque al almuerzo por manos de nuestra guía, una Sra. Marcia Ramírez que nos colmó de atenciones en conjunto con unos moradores dispuestos a agradar a los sufridos visitantes. Gracias y mil gracias a todas esas almas andinas que siempre nos tratan con su mejor sonrisa, dispuestos a mostrar sus bondades en unos lugares que a nosotros nos parecen privilegiados, a pesar de el aislamiento al que están sometidos.

Una de las preciosas construcciones de la población
Suipirá se me graba en el corazón a fuego; paisaje extremo y abrumador, conversación enternecedora con sus escasos habitantes, gastronomía insuperable, vida aislada y sana, pureza.
Miles de excelentes sensaciones que nos provoca antes de subir a la chiva para la vuelta hacia Catacocha, recorrer estos lugares en ese medio autobús de madera remata una mañana que jamás se podrá olvidar.

Si quieres ver mas imágenes de nuestra nueva caminata pincha en el álbum que hemos subido a Facebook.


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