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Hace bien poco pasó justo por delante de nuestra puerta de la casa una comitiva con féretro al hombro sudando si tenían que sudar. Venían desde una distancia de unos 3 kms para dar el último adiós a un ser querido y verdaderamente impresionaba la procesión, sobre todo el pensar desde la distancia que venían.
A las 11 de la mañana con un sol de justicia unas 30 personas de riguroso luto acometía el último tramo hasta el campo santo de Catacocha, un último tramo todo cuesta arriba que comprende unos 700 mts.
Por desgracia recientemente he tenido que asistir a dos entierros, uno de ellos muy cercano, y los protocolos de actuación son tan diferentes a lo que estoy acostumbrado que me parecía necesario mostrarlo.
Obviamente en el ambiente tan rural donde me encuentro casi la totalidad de defunciones se velan en la propia casa del fallecido, con alguna salvedad de su celebración en lugares comunes, cosa que sólo pasa cuando el deceso ocurre en el centro urbano. Pero centrémonos en el puramente rural, que son los que realmente guardan la tradición del protocolo ancestral.