Por Zoila Isabel Loyola Román (ziloyola@utpl.edu.ec)
Al igual que en los cuentos: había una vez un lugar pequeño, muy distante de los demás lugares del mundo llamado Loja, en donde se creía que la luna tierna perturbaba la cabeza de algunos chazos del lugar, secándoles el mate y volviéndolos locos.
Hago memoria de esta creencia de los tiempos de mi infancia, porque ahora ni en Loja ni en ninguna otra parte del mundo hay locos. Pueden haber psicópatas, bipolares, histéricos, irritables, compulsivos, estresados... pero loco, lo que se dice loco, ya no hay, y si alguno queda, a lo mucho se lo llama demente.
En esta Loja de antaño vivía una mujer que la recordamos como la Loca María; la infeliz había perdido el juicio, estaba loca, loquita de remate.